* El consumo ocasional de THC (Cannabis), Sí tiene consecuencias…

“Una vez a la semana no pasa nada”, “A mí no me afecta”, “Yo controlo”, “De vez en cuando no es malo”, “Yo tengo cuidado, solo lo hago a veces”, “Si es ocasional no pasa absolutamente nada”, etc.

Que su consumo esté normalizado y que sus consecuencias no sean visibles a corto plazo, no significa que no existan. Descubre como puedes dañar tu cuerpo con un consumo ocasional.

Consumo ocasional de THC: consecuencias físicas y psicológicas

La marihuana o cannabis es una mezcla verde, marrón o gris de hojas, tallos, semillas y flores secas de la planta del cáñamo. La sustancia psicoactiva principal es el 9-tetrahydrocannabinol (THC). Hay diferentes maneras de consumirla, aunque las más comunes son fumándola o ingiriéndola con otros alimentos. Cuando se fuma, el THC pasa de los pulmones al torrente sanguíneo, distribuyéndose por todo el cuerpo, incluido el cerebro. Cuando se ingiere por vía oral, la distribución se hace desde el sistema digestivo, siendo el efecto más inmediato. Sus efectos son diversos y no universales, pudiendo haber diferentes reacciones en su consumo. Aunque éstos duran horas, permanecen residuos durante semanas interfiriendo en el desarrollo neurológico del individuo. Si el consumo es de una o dos veces por semana, habrá presencia constante de THC en el organismo (López y López, 2016).

Nuestro organismo posee un sistema endógeno endocannabinoide que regula nuestro sistema nervioso. Estos neurotransmisores actúan en áreas del cerebro relacionadas con la memoria, la concentración, el placer, la coordinación y los movimientos. Cuando el THC llega al cerebro y conecta con los receptores cannabinoides que poseemos, activa esas áreas cerebrales y altera las funciones mentales y físicas relacionadas. Por tanto, el consumo de marihuana afecta al pensamiento, al aprendizaje y a la realización de acciones complejas. En cuanto al placer, contribuye a la liberación de dopamina activando el sistema de gratificación del cerebro y contribuyendo a la adicción de la sustancia (González y López, 2017).

La relación entre el consumo de cannabis y los trastornos psicóticos ha sido ampliamente estudiada.  En los casos donde hay una vulnerabilidad genética, el consumo de esta droga puede precipitar el desarrollo de un trastorno psicótico como la esquizofrenia. Por otro lado, cuando el consumo empieza en la adolescencia, las consecuencias son más graves e irreversibles debido a que el individuo se encuentra en pleno desarrollo madurativo (López y López, 2016). Se ha demostrado que el consumo ocasional de cannabis durante la adolescencia aumenta un 40% el riesgo de padecer un trastorno psicótico y hasta un 109% en los casos donde el consumo es crónico (Moore et al., 2007). La psicosis aguda en la esquizofrenia por el uso de esta droga es considerada una emergencia psiquiátrica (Rivera y Parra-Berna, 2016). Según el DSM-V, el trastorno psicótico inducido por el cannabis puede desarrollarse poco tiempo después de consumir dosis altas de la sustancia y habitualmente cursa con delirios persecutorios, ansiedad marcada, labilidad emocional y despersonalización. Una vez desencadenado el trastorno el consumo de cannabis empeora significativamente dicha sintomatología (Organización Panamericana de la Salud, 2018).

En cuanto a los trastornos del estado del ánimo, se ha visto como el consumo de marihuana o cannabis puede tener un efecto ansiolítico o, por el contrario, puede generar más ansiedad en el individuo. También, existe una relación significativa con su consumo y el desarrollo de trastornos del estado del ánimo. Es importante señalar que ambos trastornos están presentes en personas que lo han consumido de manera ocasional (Araos et al., 2014).

El consumo de marihuana también tiene graves consecuencias físicas. Otros de sus efectos son el aumento de la presión arterial y el ritmo cardíaco, junto con la dilatación de las vías respiratorias. Se ha visto como el riesgo de sufrir un ataque al corazón durante la siguiente hora tras haber fumado aumenta hasta 5 veces. Si la marihuana es fumada, la faringe y los pulmones quedan afectados (González y López, 2017). A nivel cerebral, también existen consecuencias. Se ha demostrado en jóvenes de entre 18 a 25 años que hacen un uso recreativo del cannabis, consumiéndolo por lo menos una vez a la semana y, por tanto, sin tener una adicción a dicha sustancia, que se producen cambios estructurales cerebrales. Se altera la sinapsis de las zonas cerebrales implicadas en la adicción, tales como la amígdala y el núcleo accumbens. La sustancia gris, la forma y el volumen de estas áreas quedan alteradas. La corteza prefrontal también se ve afectada, siendo ésta el área cerebral relacionada con la toma de decisiones.  Conforme el consumo aumenta, los cambios son más pronunciados (Gilman et al., 2014).

Por tanto, queda claro que un consumo ocasional tiene graves consecuencias en el organismo del individuo. Es importante desnormalizar el consumo de esta droga y concienciar sobre los riesgos que tiene en el organismo, no sólo para reducir las consecuencias del uso recreativo sino para prevenir el aumento de éste. Hay diversos trastornos psiquiátricos relacionados con un consumo moderado y crónico del cannabis. Los más frecuentes son trastorno de consumo cannabis, intoxicación con cannabis y síndrome de abstinencia de cannabis. También trastornos psicóticos, trastornos de ansiedad, trastornos del estado del ánimo e ideación suicida (Rivera y Parra-Berna, 2016). En consumidores habituales se da el síndrome amotivacional, donde predomina el desinterés y la apatía. Cabe destacar que el consumo habitual está relacionado de manera directa con el padecimiento de eventos isquémicos oclusivos multisegmentales, entre otras enfermedades cerebrovasculares (Rivera y Parra-Berna, 2016).

El consumo de cannabis afecta negativamente al funcionamiento cognitivo y conductual del individuo, siendo necesaria la intervención psicoterapéutica para reducir las consecuencias ocasionadas. Dada la baja conciencia del peligro de esta droga entre la población actual, es imprescindible una adecuada psicoeducación que permita reducir las tasas de consumo del cannabis. Con especial atención en la población adolescente, ya que, tal y como se comenta anteriormente las consecuencias son más graves cuando el consumo empieza en esta etapa vital. 

Referencias

Araos, P., Calado, M., Vergara-Moragues, E., Pedraz, M., Pavón, F. J., & Rodríguez de Fonseca, F. (2014). Adicción a cannabis: bases neurobiológicas y consecuencias médicas. Revista española de drogodependencias39(2), 9-29.

Gilman, J. M., Kuster, J. K., Lee, S., Lee, M. J., Kim, B. W., Makris, N., Kouve A., Blood, A. J. y Breiter, H. C. (2014). Cannabis use is quantitatively associated with nucleus accumbens and amygdala abnormalities in young adult recreational users. Journal of Neuroscience, 34(16), 5529-5538.

González, C. y López, A. (2017). Revisión del tratamiento psicológico de la adicción al cannabis. Salud y drogas, 17(1), 15-26.

López, M.I. y López, M., 2016. La marihuana y las consecuencias de su consumo. Revista Internacional de Bioética, Deontología y Ética Médica. 27(2), 141-163.

Moore, T. H., Zammit, S., Lingford-Hughes, A., Barnes, T. R., Jones, P. B., Burke, M., Lewis, G. (2007). Cannabis use and risk of psychotic or affective mental health outcomes: a systematic review. The Lancet, 370(9584), 319-328.

Organización Panamericana de la Salud (2018). Efectos sociales y para la salud del consumo de cannabis sin fines médicos. 

Rivera, V. M., y Parra-Berna, M C. (2016). Cannabis: efectos en el sistema nervioso central. Consecuencias terapéuticas, sociales y legales. Revista Médica del Instituto Mexicano del Seguro Social, 54(5), 626-634.

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