El binge drinking se ha convertido en un modelo de consumo de alcohol cada vez más extendido entre la población española. Este consiste en la ingesta de elevadas cantidades de alcohol en cortos periodos de tiempo, con el objetivo de emborracharse lo antes posible. Esta manera de consumo puede producir peores consecuencias biopsicosociales que las ya vinculadas al mero consumo de alcohol o sustancias en general, ya no solo aumentando la frecuencia de estas sino también su gravedad. Estas consecuencias pueden consistir desde meras resacas a violentas peleas, accidentes de tráfico o abusos sexuales; y más a largo plazo, problemas digestivos, vasculares y neurológicos graves (Miller at al., 2007).
Según los últimos datos de la Encuesta sobre alcohol y drogas en España (EDADES), en 2017 un 15,1% de la población española habría practicado binge drinking en los últimos 30 días, lo que nos da una idea de la extensión de esta práctica en el país. No obstante, más preocupante que este dato es como ha crecido esta forma de consumir alcohol en los últimos 12 años. Concretamente, en 2005 solo un 4,9% de la población frecuentaba este tipo de prácticas, pasando a ser el 12,6% en 2007. Desde ahí la tendencia se ha mantenido estable con una ligera subida hasta los datos actuales (Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones, 2019).
La población que más frecuenta este tipo de prácticas son los jóvenes varones de entre 20 y 29 años (aproximadamente el 30%). Sin embargo, la media de hombres mayores de 29 que llevan a cabo estas conductas tampoco es mucho inferior a este grupo, solo bajando del 15% de la población a partir de los 55 años. Ahora bien, la forma de consumo masivo de alcohol de estas personas suele producirse en bares o locales y no necesariamente se produce en situaciones puntuales, como si ocurre en los jóvenes, cuyo consumo es más puntual en fiestas o botellones (aunque frecuentemente abusan del alcohol con el objetivo de emborracharse cuanto antes). Este consumo de las personas más mayores aumenta el riesgo de desarrollar dependencia al alcohol por la exposición constante y prolongada a la sustancia (Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones, 2019).
En esta línea, el tipo de alcohol consumido al practicar el binge drinking también varía entre los distintos grupos de edad, siendo similar el consumo de copas y de cerveza de 15 a 24 años, siendo la cerveza la bebida alcohólica más consumida a partir de estas edades, relegando los combinados a un segundo plano. En edades más avanzadas, el consumo de vino se vuelve más frecuente, superando incluso a los combinados, aunque la cerveza prima de forma transversal a todos los grupos de edad como la principal forma de ingerir alcohol. Por otro lado, aunque los combinados no sean una de las principales alternativas para el consumo, casi la mitad de las personas que eligen esta opción suelen mezclar el alcohol con bebidas energéticas (un consumo que aumenta aún más el riesgo para la salud), no difiriendo con modelos de consumo menos abusivos del alcohol (Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones, 2019).
Ahora bien, las características de esta forma de consumir alcohol tienen una serie de consecuencias añadidas a las del propio consumo. Según la encuesta EDADES de 2017, el binge drinking duplica el riesgo de sufrir problemas respecto a un consumo moderado de alcohol, triplicándolo respecto a la población que no consume. Estos problemas son reacciones violentas, problemas económicos, problemas de salud, accidentes de tráfico, infracción de delitos o relaciones sexuales de riesgo (Miller at al., 2007). Además, aumenta la probabilidad de consumir otro tipo de sustancias psicoactivas, que a su vez tienen otros riesgos para la salud (Montesinos y Guerri, 2015)En concreto, el consumo de cocaína pasa a ser de un 0,3% en la población general frente a una 12% de la población que consume alcohol de esta manera, al igual que el de marihuana que pasa del 5,6% al 53,4% o de otras sustancias inhaladas que pasan del 1% al 8,8%. Cabe destacar que, este tipo de consumo está vinculado al suicidio, siendo un 18% más común la aparición de pensamientos suicidas o un 20% más frecuentes los intentos de suicidio (Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones, 2019). Por otro lado, a nivel neurológico puede producir una reducción del tamaño del hipotálamo y de la corteza prefrontal, pudiendo producir problemas de memoria, velocidad de procesamiento o de regulación emocional (Montesinos y Guerri, 2015).
Por último, este modo de consumo de alcohol no solo produce efectos en las personas que lo realizan sino también en sus personas cercanas. Éstas están expuestas a sus agresiones verbales y físicas, tienen que cuidar las intoxicaciones etílicas, pueden sufrir una perturbación del sueño o de actividades cotidianas o sufrir actos sexuales no queridos (Miller at al., 2007).
En conclusión, podemos decir que el binge drinking supone un importante riesgo para la salud de las personas, ya que puede producir problemas de muy diversa magnitud tanto en las personas que lo realizan como en personas cercanas a estas (Wechsler et al., 1994). Además, este problema es aún más grave si tenemos en consideración que las personas que lo realizan perciben distorsionado el riesgo asociado, haciendo muy poco probable que dejen de practicarlo (Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones, 2019). De hecho, la percepción del empeoramiento de la salud por realizar binge drinking es nulo entre los 15 y los 34 años, no siendo mucha la diferencia en la percepción de la salud en ninguno de los rangos de edad. Por tanto, las personas que llevan a cabo este tipo de consumo no consideran que su salud sea peor que la de aquellos que no lo hacen, cosa que si ocurre con otras drogas como los hipnosedantes y la cocaína (Wechsler et al., 1994).
Referencias
Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (2019). Encuesta sobre alcohol y drogas en España (EDADES), 1995-2017. Madrid, España: Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.
Miller, J. W., Naimi, T. S., Brewer, R. D., y Jones, S. E. (2007). Binge drinking and associated health risk behaviors among high school students. Pediatrics, 119 (1), 76-85.
Montesinos, J. y Guerri, C. (2015). Consecuencias neuropatológicas y conductuales del abuso de alcohol durante la adolescencia. Consumo de alcohol en jóvenes y adolescentes. Una mirada ecológica, 85.
Wechsler, H., Davenport, A., Dowdall, G., Moeykens, B., y Castillo, S. (1994). Health and behavioral consequences of binge drinking in college: A national survey of students at 140 campuses. Jama, 272 (21), 1672-1677.